Sí, ¡estoy viva! Porque si, ayer estuve a punto de morir. Por Nicté Bustamante



Sí, ¡estoy viva! Porque si, ayer estuve a punto de morir.
Por Nicté Bustamante
@Nykte
(Vivido el martes 11 de febrero de 2014 a las 4:25 aproximadamente)

Sí, estoy viva y mi hija también. Esto fue lo que pensé ayer por la tarde, esperábamos atravesar la calle en una parada del metrobús, cuando el camión es impactado por una patrulla y éste cambia su ruta hacia nosotras. Si lo sé, la imagen de un gigante rojo que avanza hacia mí con mi pequeña al lado, no es linda. Pero les voy contar lo que viví.
Como todos los días, mi hija y yo atravesamos la gran avenida que es Insurgentes, caminábamos junto a la mamá de una amiguita de mi hija quienes abordarían el Metrobús como todas las tardes. Apenas media hora antes, comentaba que seguramente llovería, la respuesta fue de “no en la próxima hora”. Bien, lo que voy a narrar a continuación, tiene dos versiones. La de los hechos y la mía. Así que presten atención.

Hechos:

Al atravesar la calle mi hija y su amiguita platicaban felices sobre sus “cosas de niñas” mientras su mamá y yo hablábamos de “cosas de mamás”, mi hija por venir distraída, atoró la mochila en uno de esos objetos de seguridad que ponen como intento de contención, en los señalamientos del metro bus que están pintados en el piso. El incidente nos obligo a quedarnos paradas fuera de la entrada, esperando a que el semáforo cambiara a verde, pues al regresarme dos pasos por mi hija y ayudarle a saltar su mochila nos había retrasado suficiente y el semáforo marcaba 5 segundos para cambiar a rojo y yo, no suelo ser de las personas que ignore sus medidas de seguridad. Mientras tanto, la mamá de la amiga de mi hija, junto con sus dos hijos se encaminaba a abordar en esa estación...  

Mi narración:

Mi hija y yo veníamos con una amiga suya y su mamá, justo me preguntaba si solo tenía una hija y la respuesta que siempre doy: “tengo dos, pero solo mi hija vive conmigo, luego de pensar (no sin tristeza) en el amor que le tengo a mi hijo nos detuvimos para cruzar, pero al llegar a la estación, cuando intentamos cruzar al otro lado de Insurgentes, “algo” no nos lo permitió, si, como que uno de esos topes grandotes que ponen en las paradas, no nos permitió avanzar, como si alguna fuerza extraña nos detuviera. De inmediato pensé en Miguel, el arcángel que se encarga de la seguridad, y mientras regañaba a mi hija, le decía al arcángel: en tus manos estoy. Y si… Mientras tanto, nos despedimos de la amiga de mi hija.

Hechos:

Mi hábito para cruzar insurgentes cuenta siempre con lo que yo llamo “margen de error” así que siempre me paro uno o dos pasos antes de las banquetas o las líneas de seguridad. Considero que todo ser humano comete errores y los accidentes, además de suceder en segundos, siempre cobran vidas inocentes. Así que me doy un margen, NO bajo la banqueta para cruzar y no hago cosas irresponsables que me expongan a mi o a mi pequeña y esto fue lo que hice, en vez de pararme en la orilla del señalamiento, me quedé en la parte central de las líneas que delimitan el cruce peatonal, esperando que el semáforo cambiara y comenzaran esos numeritos que nos dicen cuanto tiempo tenemos para cruzar.

Mi narración:

Sin duda un ángel me detuvo y ordenó a mi hija a mantenerse cerca de mí como CIENTOS de veces se lo he dicho, “cerca hija te puedo proteger, lejos me es imposible.” Sin duda suelo ser precavida pese a que camino por la vida con la confianza de que el universo me cuida en cada paso que doy (y con esto aún más segura) Como lo pienso: “A Dios rogando y con el mazo dando” así que nos esperamos tranquilas y platicando mientras observábamos al “monito” en rojo que nos indicaba que nos detuviéramos porque los coches estaban pasando.

Hechos:

No puedo saber a ciencia cierta cuanto tiempo había pasado, tal vez 40 segundos, a partir de que se puso el alto peatonal cuando sucedió lo más horrible que he escuchado en mi vida y que se ha estado repitiendo por horas desde que pasó. Escuché un choque, si, un golpe en seco entre dos autos, mi instinto fue voltear hacia mi izquierda, me horrorizó lo que vi…
Mi narración:
Lo mismo que los hechos.

Hechos:

Cuando miré a la izquierda, vi al camión de Metrobús que venía hacia mí, giré mi mirada a la derecha, tomé de los hombros a mi hija, justo en ese instante mi pierna izquierda dio un paso hacia atrás, luego sentí el golpe del camión en mi codo izquierdo y mi pierna derecha hizo Tenkan, un movimiento practicado cientos tal vez miles de veces en mis clases de Aikido, en donde mi pie derecho giró 180° permitiendo que mi cadera y mi torso giren por completo, siguiendo el movimiento del camión y llevando dentro a mi pequeña a la que amo profundamente y a la que mis brazos de madre sujetaron. Así que obligué a que su cuerpo, también siguiera en un movimiento circular la inercia del camión. Salvando así la vida de ambas. Pues el camión golpeó mi codo y la mochila, cuando yo estaba ya en movimiento y mi hija estaba delante de mí. Así que si no hago ese movimiento, sencillo nos lleva en su inercia.

Mi narración:

Al mirar hacia mi izquierda, el dragón rojo avanzaba hacia mí con toda la fuerza del impacto y la inercia que traía, entonces dije: “Dios” lo demás lo hizo mi cuerpo, y mis ángeles, quienes se pusieron frente a nosotras para desviar el camión con tal delicadeza que pocos fueron lesionados, y permitirme quedar apenas en la orilla del impacto si, chocó contra la entrada del metro bus, pero solo desprendió los focos delanteros, sin agarrar de lleno la entrada de la estación, pues entonces nada hubiéramos podido hacer. Y habríamos lamentado más éste accidente. 

Sin embargo, casi pude ver como al sonar el primer impacto, las compuertas del universo se abrieron, bajaron ángeles, uno se sentó al lado de los patrulleros para golpear con suficiente fuerza y permitirle al autobús cruzar completamente la parada (incluso no se explican como el conductor quedó en el lado del copiloto, según me comentaron), otro se sentó al lado del chofer y le dio la habilidad de volantear pese a que el impacto fuese a apenas unos tres metros de donde estaba parada, el otro se puso entre ese dragón que acompañará mis sueños y mis pensamientos un tiempo y el otro ángel se metió en mi cuerpo, permitiéndome fluir ante mis instintos de madre y el entrenamiento que inicié hace un año y que pese a estar lastimada pude accionar en el momento preciso, sin que aún pueda comprender como sucedió.  

Hechos:

Al impactar el camión soltó gotas de algún líquido que dejó agujeros en las calcetas de mi hija y algunos puntos rojos en la cara y en la parte trasera de mi pantalón que me ha dejado con un hoyo sexy en mi pompi derecha, otro arriba de la rodilla izquierda y en el omóplato derecho de mi chamarra, como prueba tangible que hice ese movimiento de Aikido quedando a espaldas del camión, así, el ácido, o las gotas de aceite

incandescente o lo que sea que saltó a causa del choque solo quemó pequeños puntitos en las piernas de mi hija, pero también de eso la cubrí con mi espalda. Ahí fue, al voltear, cuando miré a una señora caer y la patrulla que estaba esta vez enfrente y de mi lado derecho, porque mi giro de 180° me colocó en esa posición. Aún soltaba fragmentos por el golpe y se movía luego del impacto quedando parada mirando en el sentido de los coches. Así que imaginen las fracciones de segundo en que sucedió el choque y yo logré hacer los movimientos.

Regresé a mirar al frente, di unos pasos más para atrás y en cosa de segundos nos rodearon muchas personas, algunos ya tenían las cámaras de sus teléfonos encendidas, una señora me insistía en llamar a alguien, mientras una enfermera intentaba atender a mi hija y no permitir que le dieran nada de comer ni le hicieran nada hasta que llegara la ambulancia y ayudarme a que los paramédicos atendieran primero a mi niña; otra señora, conocida, me preguntaba repetidamente si estaba bien. 

Por un segundo me quebré, me confundí, solo observaba espantada lo que había pasado, cuando comprendí que nuestra vida había estado en riesgo. Pero cuando mi hija comenzó a entrar en shock por el susto tomé nuevamente mi centro y entré en mí. Cobré el mando de lo sucedía. Agradecí a la señora que me ofrecía su celular, pero no llamaría a mi madre, en medio de un río de personas que miraban, unos intentaban entrar y otros ayudarnos; además, con mi hija llorando y sin saber a ciencia cierta lo que le había pasado, se quejaba de los pies. Me dí cuenta que no la había soltado hasta entonces, así que lo primero que hice fue mirar sus calcetas, no, ninguna huella de llanta como para suponer que sus pies hubiesen sido aplastados por el camión, algunos dolores y mucho miedo, así que lo siguiente era calmarla y hacerla entrar a la ambulancia que ya mero llegaba, se escuchaban las sirenas. 

Primero llegó Caro al bajarse de la ambulancia para ver qué era lo que estaba pasando y quiénes eran los heridos, luego Alejandro quien al ver a mi hija bajó la camilla, mientras su compañera checaba la gravedad de una señora que esperaba adentro de la estación. Luego regresó con nosotras a subir a mi hija evitando que le tomaran fotos o video.

Mi narración:

Los ángeles nos protegieron y luego mandaron hordas de ángeles a resguardar el perímetro y estar al pendiente de que nada nos faltara. Trajo a los mejores paramédicos, los más amables y pacientes, nos protegieron de los medios y nos brindaron con paciencia momentos de serenidad ante tanto caos (Claro, seguro son ángeles). Además atrajeron a mi vista, rostros de personas conocidas y no, pero que lograron calmarme, regresar al aquí y el ahora y desprenderme por instantes del recordar como película que se repite una y otra vez, un evento el cual como dicen, “Vivimos para contar”.

Hechos:

Un amable señor (Luego me dijeron que al parecer se trataba del director de tránsito que viajaba custodiando al Mancera quien ordenó que atendiera de inmediato la situación porque andaban cerca del accidente) me ofreció toda la ayuda y se estuvo un rato conmigo, escuchando mi historia de cómo el camión casi nos arrolla usando sus dos wokitokis como jugando a los camioncitos, él con cara de “Con eso no se juega” pero muy atento a mi explicación mientras trataba de escuchar lo que esos artefactos decían, abría los ojos sorprendidos y daba gracias a dios de que ambas estuviéramos bien. Dos horas después del accidente, llegó la aseguradora ya saben "lentos pero seguros"... nos dieron los pases al hospital en donde nos tomarían las placas y no nos dejaran salir hasta asegurarse de que ambas estuviésemos sin huesos rotos. Por supuesto que nuestros casos no eran una emergencia sino cosas sencillas en donde lo mejor era tomar medidas para estar seguros.

Mi narración: 

Los ángeles seguían desperdigados por todos lados, incluso con el jefe de gobierno quien “Casualmente” (ay aja... fueron los ángeles, a mi no me engañan) andaba cerca y que rápidamente envió personal de sus escoltas y demás, quienes rápidamente controlaron la situación. Luego gente que trabaja en esa zona junto a Alejandro Fernández, el delegado de la Cuauhtemoc, llegaron a ver qué era lo que sucedía, un simpático hombre que trabaja para la delegación pero en la zona del accidente, me comentaba que estaría pendiente de que mi niña y yo estuviéramos bien. Pero lo más importante los ángeles trajeron a mi vecina, quien me hizo el favor de traer mis teléfonos (que no sirven para hacer llamadas ni conectarse para internet mas que usando wi-fi, pero tienen toda mi información) para ahora sí, llamar a mi mamá, estando yo mucho más tranquila y con la situación controlada, con plena consciencia de que no la espantaría. 

Caro por un Twit, le avisó a Oscar, quien llegó de inmediato y se mantuvo presente en todo momento (más cosas de los ángeles, yo lo sé) ¿ustedes se imaginan lo que un náufrago siente cuando ve a una persona al ser rescatado? Eso fue lo que sentí cuando lo vi parado y mirándome con cara de que pasó, bueno, te veo bien… eso me tranquiliza, así que aquí estoy. Luego llovió y esperó a mi mamá, me acompañó al hospital e hizo todas esas cosas que jamás se olvidan. Y no se fue sino hasta sabernos en el coche de mi mamá a mi hija y a mí y en camino de regreso a casa. Sin duda, GRACIAS. A los ángeles y a todas las personas que escucharon su voz.


Reflexión:


La maestra de mi hija, ya saben, esas maestras que aman a sus alumnos y tienen como lema procurar más el autoestima como método pedagógico y que ha logrado maravillas con mi hija haciéndola avanzar y mejorar en sus estudios. Llamó a mi hija, porque también como “casualidades” (Cosas de ángeles) otro profesor le informaba que #mija estaba en la ambulancia y eso trajo una calma impresionante en el corazón de mi pequeña.

Yo no sé como funcionen las fuerzas del universo tan bien como para comprender porque hoy tengo la necesidad de compartirles esto, como una narrativa de un instante en el que pudo haber pasado lo peor pero pasó lo mejor. Yo no sé que razones tuvieron los ángeles, para ponernos ahí, en ese tiempo causal. Lo cierto es que lo agradezco, una cruda lección para mi hija, de que su mamá le dice y pide cosas por su seguridad, otra lección para mí de saber que el universo, D-os, los ángeles, el gran espíritu, el gran arquitecto, el gran maestro, siempre nos protege si nosotros le permitimos actuar, aún en medio del más grande caos.

Algún día moriremos, ese es un hecho, pero no ayer. Gracias al universo y todos sus seres que forman parte de éste, no ayer. Sin duda siempre procuro gozar cada día, se que en cualquier momento podemos dejar éste cuerpo y partir al universo, se que cada instante es maravilloso, pero uno de esos instantes será el último algún día. Gozo, vivo, dejo vivir, luego me tiro al drama y dejo que pensamientos negativos me rodeen, y claro, eso deja brechas para que suceda lo que sucedió. NUNCA había vivido algo así, gracias al universo, jamás había estado en medio de un accidente automovilístico y pocas veces los topo en mi camino. Por fortuna, éste, me agarró despierta (como dice la biblia), con entrenamiento, con capacidad para reaccionar, pero lo más importante, con la oportunidad de poder hacerlo.

Mucho tendremos que aprender sobre medidas de seguridad, NO podemos quedarnos en la rayita, si yo lo hubiera hecho no estaría escribiendo, actuar como si solo nosotros existiéramos en éste planeta, solo genera que nos expongamos torpemente a cosas. Culpar a otros, puede ser un camino, pero es nuestra responsabilidad mantenernos en buen estado, para tener una mayor oportunidad, porque los accidentes ocurren todos los días, en todos lados y a TODAS las personas. Por eso somos seres humanos.

Sin duda alguna, TODOS los accidentes pueden prevenirse, yo recomiendo no escatimar cuidados, entrenamiento y atención, tanto en nosotros como en nuestros seres queridos. #mija y yo ahora estaremos adoloridas, en 15 días volvemos a checarnos, pero todo parece indicar que estamos perfectas. GRACIAS A DIOS.

Como dicen en la merced “Golpe avisa” me queda claro. 

Yo soy Nicté Bustamante @Nykte Puedes leer mis horóscopos en "Publimetro", la revista "Glamour" y el programa de revista "Tu Ciudad es" que se transmite en el canal del Gobierno del Distrito Federal "Capital 21". También escucha mi programa "Salud Energética" que se transmite por www.acusticaradio.com.mx 


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